domingo, 30 de diciembre de 2012

La Mujer y el Poeta / 7


Andaba el Poeta en busca de musas. Los caminos recorría, a las flores hablaba. Mientras, las gentes que en sus quehaceres permanecían ajenas al momento inspirativo; compraban, vendían y ejercitaban su  susurrante palabrería sin vergüenza ni premura. Correteaban de grupo en grupo, como las abejas en la colmena, en una suerte de organización casuística o un caos distróficamente argumentado.

En esto el Poeta se hace eco de un alma no sujeta a aquellas ignominiosas leyes. Atentamente observa el movimiento de sus manos, la cadencia de su pisada, la presión de su mandíbula y la profundidad de su mirada. Algo le llama la atención de aquel muchacho y se decide a dar respuesta a tal inquietud. 

Muchacho - Dice el Poeta. En tu caminar siento un quejido. Deja que rezume tu alma.

A lo que el muchacho responde - Tú Poeta, En ti que se haya la sensibilidad. Que es por ti conocida la belleza y la dureza del amor. Sabrás entender lo que en mi corazón acontece. 

Recientemente amantes fuimos mi fémina dama y el que aquí habla. No habiendo miedo en nuestras miradas cada día fue una magnética entrega de pasión y promesas. Y no promesas infundadas locamente escudriñadas, sino promesas que prometen. Promesas que crees firmemente por muy disparatadas que parezcan en la antesala de lo fehaciente. Ciegamente creí en ella. Ciegamente creí y creo en su palabra. Porque más allá de lo evidentemente primario y pasajero, había un poso irrefutable de verdad en lo que de allí emanaba.

Ahora parece marchar, su desierto busca. Hallazgo necesita allí donde se haya. En la soledad, en el retiro de quien necesita su propio afecto. En el lugar donde el muchedumbroso asceta contacta y sana su propio pecho y su alma.

Mientras, un servidor esperando queda. Agitado y calmo a la vez. Como el campesino que en la tierra recién labrada apasionadamente aguarda. 

Largo y difícil camino compañero queda. La más dolorosa de las travesías eliges y te espera. - Dice el Poeta.

- No soy yo quien decide ahora. Mi corazón manda, no atiende a razones. Y tampoco es que las quiera. Acato sin más, porque es mi alma la que desea y espera. Porque no hay más que razones para amarla.


viernes, 28 de diciembre de 2012

Distancias.


La distancia no se mide en metros,
se mide en besos, en abrazos
y en todo eso que sale de algún lugar
y llega a ninguna parte.

jueves, 27 de diciembre de 2012

martes, 25 de diciembre de 2012

Declaración.

Si, definitivamente. Son las palabras las que me encadenan a tu mirada. Ellas hacen el amor mientras nosotros sólo tenemos que dejarlas salir, y ser.

domingo, 23 de diciembre de 2012

Sucesos.


Las yemas de sus dedos se rozaban mientras el tren todavía había de ponerse en marcha. Perdidos en su mágica conexión, sus ojos permanecían abiertos, ni parpadeaban. Allí, entre las puertas del tren, ella parecía aun más bella. Él, no habiendo sido nunca un adonis, exhibía  una sonrisa estrambótica e implacable. Enamorados hasta los últimos confines de sus huesos, ni siquiera eran capaces de hablar. Simplemente se observaban.

El resto de pasajeros los admiraban emocionados. ¡Qué escena tan hermosa! - se decían algunos. Otros sin embargo se preguntaban por qué habían dejado de mirarse así. E incluso hubo quien pensó qué era tan siquiera mirarse. 

Los segundos pasaban y el maquinista alargaba su brazo hasta la bocina disponiendo así el último aviso. Mientras, los enamorados, no sintiéndose interpelados mantenían su extrema quietud. Llegada la hora de partir, nada sucedía ante sus ojos, ningún estímulo les inquietaba.

Pronto un grupo menos romántico y más interesado en la marcha empezaba a ponerse nervioso. No fueron pocos los comentarios necios y los improperios arrojadizos. Los amantes parecían hacer oídos sordos y su gesto, que tanta admiración despertó previamente, comenzó a asemejarse más a una estúpida burla.

Los pasajeros del primer vagón comenzaron a elevar sus quejas hacia el maquinista, y éste, atónito, a aumentar la sonoridad de la bocina. Mientras, la pareja, permanecía inmóvil. Como adormecida o hipnotizada. Con ese aroma entre bucólico y trágico que parecía hacer que no importara nada.    

Cada vez eran más los espectadores que tensaban sus mandíbulas antes sonrientes y relajadas. Cada vez se percibía con más intensidad esa calma tensa que precede al estallido beligerante y canalla. La rabia y la incomprensión, dispuestas, acudieron presurosas a la llamada. 

Muchos empezaron a murmurar y otros, virulentos y aguerridos, no tardaron en mostrar sus dientes al amor que antes les había entusiasmado. Tal vez la envidia que mostraba su verdadera cara o simplemente porque había ganas. El caso es que gritaban, y gritaban con mucha rabia - ¿pero qué se han creído?, ¡¡Esto es un lugar público!!¿Es que creen que tienen más derecho que nadie?!!Maldito sea el amor que os mantiene ciegos, sordos y mudos; petrificados e ineptos!!¡¡Como si fuera lo único que importara!!

Los segundos parecían minutos, y los minutos horas a ojos del maquinista que, no viendo reacción ninguna por parte de los increpados, decide llamar a los encargados de seguridad para que pongan remedio a tan estúpida situación. La orden era clara - ¡¡Sáquenlos del tren!! ¡¡Aunque tenga que ser a patadas!!. 

Hermosas patadas - pensó alguno que se ahorró el comentario por no arrojar más leña al fuego, pues ya estaban el ánimo y las manos bastante caldeadas. 

No fueron menos de cuatro hombres los que perfectamente uniformados fueron a socorrer no se sabe muy bien quien. Y, como de un puñado, agarraron esos dos cuerpos que rígidos e inertes, parecían no salir de su estado idiotizado.

Poco después, los periódicos anunciaban: Dos figuras del museo de cera robadas, conocidas como "La bella y el loco enamorado", mantienen en jaque al servicio de cercanías y a la policía malograda. 

jueves, 20 de diciembre de 2012

El todo y sus partes.

En mi persona habitan dos almas. Una es fuerte, cree saber, aunque no mucho; incluso se atreve a andar dando lecciones de vida por ahí, como si alguien la escuchara. Intenta ser responsable y consecuente con lo que hace y dice, y se aferra a sus valores. Se hace mayor y comprende que añejarse un tanto forma parte de la vida e intenta aprender a ser adulto. 

La otra es ignorante, insegura y feliz. Vive en el mundo de la fantasía en la que todo sale bien. Se ilusiona y vive intensamente cada cosa que hace, con la visión que tiene un niño con todo un mundo por descubrir. No es consciente de las consecuencias de sus actos y tiene miedo a ser rechazado y abandonado por no  saber hacerlo mejor. 

Ambos aspectos dialogan y se sanan mutuamente. Negocian sobre en qué crecer y dónde plantarse y jugar. E intentan no apearse del mundo sin haber conocido lo que es la vida. 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Caminar.

Seguir un camino que no sabes dónde va, no implica estar perdido. Significa carminar. 

Estar perdido es no tener ni siquiera camino.

sábado, 15 de diciembre de 2012

Más allá del ombligo.

Hemos nacido en una sociedad postulada en el individualismo. Centrada en el "bienestar" del individuo, prefijada no en quién soy y si estoy satisfecho conmigo mismo. Sino en quién es él o ella, y si soy flanco de su atención; además de en qué punto de la escala comparativa material me encuentro.

Está situación generalizada, deriva en dos aspectos contra-opuestos y contradictorios; ya que cuanto más me centro en alimentar mi egocentrismo menos unido al otro me siento, pues yo quiero ser el centro y eso me hace inevitablemente competidor tuyo. Mientras en realidad dependo de ti para alimentarme de tu atención, con lo que mi distancia de ti no pueder ser excesiva, pues implicaría tu rechazo.

Llegados a este punto, entramos en una dinámica enfermiza en la que ser capaz de establecer el límite entre lo que yo siento y quiero, y lo que tú esperas de mi entran en conflicto. Puesto que ser fiel a lo que yo quiero puede suponer que tú no aceptes lo que soy. Y no serlo se traduce en la mutilación de cualquier posibilidad de encontrarme.

Para poder aportar luz y solucionar tal dilema, debemos tomar consciencia de la importancia de encontrar el afecto en nosotros mismos para llegar a dilucidar qué queremos. Esto no quiere decir que tengamos que vivir al margen de los demás o que su presencia nos sea indiferente, ni mucho menos. Quiere decir que sólo nosotros podemos validar lo que sentimos o hacemos. Encontrar el apoyo en nosotros mismos. 

Satisfacer nuestras necesidades no tienen por qué suponer un mal para quien nos rodea. Llegados a un punto, nadie desea hacer mal. Eso que en muchos casos se entiende como mal tiene que ver más con cómo los demás lo reciben que con nuestra persona. Si desilusionamos o rompemos espectativas no generamos un daño. Símplemente no estamos siendo lo que los demás querrían que fuésemos. 

Esto supone una enseñanza bidireccional. Ya que igualmente somos objeto pasivo ante las decisiones de los demás. Y no podemos exigir a los demás lo que no estamos dispuestos a asumir. 

Este principio de honestidad, tanto con nosotros mismos como con los demás, genera vínculos de confianza y aceptación, afianzando así también un sentimiento de unión más real con los demás. Lo cual, también reducirá nuestra identificación con los aspectos materiales. Permitiéndonos ver más allá de nuestro ombligo.

sábado, 8 de diciembre de 2012

La Mujer y el Poeta / 6

Aun con sangre caliente, la Mujer sostiene postrada en el suelo a su pequeño descendiente. Sus manos languidecidas por la emergente ausencia de vida entre sus brazos, muestran la angustiosa resignación de una madre cuyo instinto grita desesperadamente al sordo muro de la astuta muerte. Todo ser caminante se estremece de frío ante la escena, ante el plañido chirriante de quien no encuentra consuelo. Dulcemente enmudecido, el niño cae. Cuelga sobre los brazos de su madre.  

La Mujer, sostenida por el aliento de la desesperanza, suplica al Poeta.

- Ayúdame, ayúdame a devolverle la vida antes de que mi alma se quiebre y se vuelva loca.

El Poeta, lejos de persuadirla, con los ojos empapados, dice:

- Mujer, ve con tu hijo. Reclama en cada puerta un amuleto, un remedio, un brebaje, un sólo elemento que haya servido antes a otros para esquivar la muerte. Y que en definitiva, te ofrezca la certeza de que la muerte es eludible. Búscalo quinientos días y quinientas noches. Recorre campos y ciudades. Ve a buscar en otras tierras y en otros mares. El tiempo que consideres necesario. Pasado ese tiempo, sabrás qué hacer.

En ese momento, la Mujer se levantó del suelo secándose las lágrimas diciendo: - gracias. No será necesario. Ya lo he comprendido. 

Y con el niño en brazos, se dirigió a despedirse de su hijo al cementerio. 

martes, 4 de diciembre de 2012

El otro idioma.

Con la luminosidad del nuevo día, Silvia y Gabriel se abrazan desnudos y envuelven a Rodrigo bajo las sábanas.  Le ofrecen durante horas su calor en silencio. Se acarician, se sonríen y se aman. Se miran fijamente a los ojos. Se contemplan cómplices y hermosos. Se hablan emocionados y se admiran por su grandeza. Por la humilde grandeza de los que sienten que juntos siempre ganan. 

Aun abrigado por el vientre, Rodrigo escucha atentamente el suave latir del corazón de su madre. Gabriel con curiosidad pregunta, ya que hablan una lengua que el hombre no llega a vivenciar.

- ¿De qué habláis?

-  Gabriel, a él también le gusta tu voz.